Testigos
Me dolía la garganta de tanto gritar verdades a esta Tiranía, detrás de los barrotes de una celda de aquella Unidad de la PNR, ubicada en la ex aristocrática zona residencial de Miramar donde me encontraba detenida esa mañana.
Pensaba, (en los momentos en que mi espalda dañada por Ellos irreversiblemente, me obligaba a hacer un alto en mi discurso de protesta) pensaba, que después de todo, era lógica la desconfianza que manifestaban a veces algunos opositores cuando se hablaba de detenciones o agresiones ocurridas sin testigos visuales de los más confiables para ellos.
Me parecía razonable después de conocerse incluso por la TV, cómo el gobierno militar de este país, constantemente estaba tratando de penetrar cualquier resquicio de la Oposición con elementos despreciables, que para ganar en confianza y en prestigio de fachada, fingían detenciones y agresiones que nunca ocurrieron, para después decir, burlándose, que eran los propios opositores los que mentían, como mercenarios a la caza de determinados privilegios.
No obstante era desagradable y hasta injusto e irrespetuoso para mí, que alguien dudara de tu palabra, (sin lo cual, no vales nada)
Te quedaba la sensación viscosa de la impotencia, aunque comprendieras las razones; por lo que al menos yo, trataba de alguna manera, de buscar alguna huella que probara la veracidad de lo que decía, pero esto no siempre era posible.
Quizá mi obsesión se debiera a haber sido marcada para siempre por aquella generación de cubanos, entre estos, mi abuela guajira, que repetían con conmovedora pureza hasta el cansancio, cuando se dudaba de su integridad moral: “POBRES PERO HONRRADOS”; siendo consecuentes con estos valores, en sus actitudes diarias sin alardes ni ostentación de su calidad moral, sin dobleces y sin perseguir otro objetivo que no fuera el de ser una “ persona decente”, haciéndote sentir muchas veces indignos frente a ellos ante tanto respeto por sí mismos.
Fue ésta sin discusión, la cuna que sembró la semilla de valores que ya son parte de los genes de quienes fueron educados por estos seres maravillosos hechos de roble puro y yagruma cimarrona, de los cuales aún sobreviven felizmente algunos, aunque no muchos ya, de esa generación de cubanos estelares, que penosamente cada día van formando parte de un vaguísimo recuerdo no archivado como se debe, por no ser de interés suficiente para los regímenes totalitarios donde el poder está por encima de la condición humana.
En este viaje andaban mis pensamientos, a la vez que tratando de distraer mi mente de lo absurdo, recorría con la mirada las paredes del estrecho rectángulo donde me encontraba secuestrada, en contra de toda razón, toda lógica y toda justicia, lo que ya era norma para los represores oficiales de las Damas, que representaban las fuerzas de la Ley y el Orden en mi país.
Mirar simples paredes por supuesto que no distrae ninguna mente inquieta, pero si eres capaz de poder penetrar más allá de lo evidente, absorbiendo lo esencial de lo sencillo en apariencia, podrías narrar junto conmigo, todo lo que gritaban aquellos muros desgarrados.
Todo estaba manchado de un azul ridículo que contradecía el fin para el que era utilizado este local.
El azul significa entre muchas otras cosas: paz, calma, tranquilidad; todo lo que estaba muy lejos de ni siquiera sugerir este pequeño antro, el cual parecía gritar a voz en cuello; ¡Asesinos! (en su acepción más amplia)
Las capas de pintura vieja se superponían unas sobre otras, formando por tramos unos abultamientos inconstantes que descorchaban rebeldes en ocasiones, la mala lechada derramada con desgano, para cubrir apresuradamente, tal vez, las denuncias grafitadas de valientes.
Fue así, en esta expedición de mi mirada descendente, que tropecé casi a punto del asombro, con un pequeño espacio clandestino, en apariencia casual desde su forma perfectamente rectangulada, y horadado pacientemente por una mano inteligente, que había hecho caer poco a poco cada mínimo rastro de la pintura superior, como un pequeño símbolo de develación de la Verdad, dejando, quizás por ser sorprendido infraganti en su tarea, sólo una ligera capa de color, posiblemente la última, amarilla. ¿Por azar?
El amarillo expresa, Inteligencia. Ideas brillantes, Luz.
Allí, como un mensaje mágico, y como si hubiera sido creado para un solo destinatario, yo, estaba un grafitti, menudo, discreto en comparación con los que yo había alcanzado a descubrir de él con anterioridad, pero invasivo y desafiante; EL SEXTO, con su colita estrellada y todo.
Fue suficiente para mí, era la señal que había estado esperando durante el tiempo transcurrido en un encierro que llegó a parecerme inútil por la invisibilidad de un hecho ante el cual yo no tenía TESTIGOS ante el Mundo, para probar lo que ocurría en mi país a puertas cerradas del Tirano.
Me sentí de pronto, arropada con el manto de la SOLIDARIDAD cálida de los que se parecen. Ya no estaba sola. El SEXTO me acompañaba.
Pero las señales no terminaban ahí. Horas después, cuando fui finalmente liberada, sin cargos, supe que un opositor al que ni siquiera podría identificar entre la muchedumbre, había realizado la denuncia de mi detención ante los hermanos, pues por “casualidad” había estado allí, en ese bochornoso lugar, y había escuchado mis gritos de protesta.
De pronto tenía Testigos inesperados: El Sexto y un opositor desconocido al que nunca he podido hallar. Pero…
¿Quién era ese hombre misterioso que me quiso proteger con su denuncia?
Definitivamente, ese día, Dios había decidido, en un gran acto de Protesta Divina, convocar a las once mil vírgenes vestidas de Blanco; para hacer visible lo invisible.
18 de Octubre de 2011
analuisa.rubio@yahoo.com