casovenganza#4444@chitin.com
(A todas mis mascotas, hijos amados, idos en la intolerancia y el desamor)
Yo tengo un gato Antisocial y Disidente.
Sí, sí, no se rían, mi gato disiente de todo y padece una conducta verdaderamente peligrosa. Dejen, dejen que yo les cuente para que me digan si tengo razón o no.
Miren, la verdad, yo les voy a decir una cosa; si por casualidad ustedes tienen un gato e ingenuamente se creen que son los “dueños” de la criatura, siento decepcionarlos, pero están absolutamente equivocados; ustedes serán los dueños de su cotorra, de su hámster, y hasta de su cocodrilo y de su perro ¡ah!, su perro, eso sí es un animalito inteligente leal, y sobre todo dócil, pero ¿dueño de su gato? ¡No!!!
Tu gato es tu dueño, tu amo, y no sólo TÚ, sino todas tus pertenencias ¿oíste bien? TODAS incluyendo la más importante desde su punto de vista, SU casa (la que era tuya)
Pero volviendo a los conejos de España, digo, al gato de Cuba, resulta que hace unos meses, me encontraba recibiendo un curso de Técnicas de narración, el cual, además de hacerme sentir renovada en muchos aspectos, fue una experiencia súper gratificante para mí, pero como todo lo que comienza termina, llegó el día, que este curso llegaba a su fin.
Yo me encontraba tan entusiasmada y agradecida por lo aprendido, que como una muestra de este sentir mío, se me ocurrió ofrecer mi casa para la celebración de la graduación del curso; por supuesto, no pasó ni por un segundo por mi mente, que yo debiera contar con “alguien” para tomar esta decisión ¿acaso esta no era MI casa?
Esa tarde-noche cuando llegué a mi hogar como era mi costumbre, mientras me tomaba un pequeño receso antes de tomar un baño, comencé una charla (telepática) con Chitín, MI gato, (creía yo) donde le comenté sobre la reunioncita que se celebraría próximamente en la casa…!¿?! ¡qué fue aquello!
Conocía de sus ataques de histeria, pero ya estaba acostumbrada y no les hacía caso, los ignoraba; la mayoría de las veces eso era suficiente y se calmaba aunque se frustrara por el poco efecto de su despliegue histriónico, pero esta vez, su reacción sobrepasó en mucho mis expectativas; le dio el Ataque de la Croqueta con veri-veri, terminando por arrancarse 10 pelos de la cola, vociferando a voz en cuello, todas las “gaturradas” que quiso; hasta que de pronto, haciendo una transición estelar, muy controladamente, pero con una mirada que encerraba indescifrables misterios, chilló:
¡Disiento! Tú sabes perfectamente, que a mí, no me gusta la gente “colada” en Mi casa, y muchísimo menos “las fiestecitas” porque ahí es donde vienen esas personas idiotas, que no lo entienden a uno, diciendo– “Ay, qué gatico tan lindo, qué esto y qué lo otro” y uno para no hacerte quedar mal, tiene que sonreír con sumisión y empezar con el ronroneo y mostrar la barriguita bocarriba, como una cucaracha muerta.
– ¡Yo soy un gato con personalidad propia, chica! ¡Me gusta el silencio!
¡Soy antisocial, no soporto que me toquen, ni que se sienten en Mi sillón y me lo llenen de no sé qué olores apestosos! Y para colmo, siempre aparece un imbécil de última hora a difamar del honor de los “infelices gatos”, con el consabido cuento que se pasan de generación en generación de – “Yo tenía una tía, que me contó de un gato diabólico que sin ton ni son un día se abalanzó sobre su dueña y la degolló.”
– ¡Chicaaa, qué era eso un gato o un dinosaurio! ¡Que visite a Mi Psiquiatra!
¿Acaso era Supercat? No te percatas, sonsa, que en su fuero interno, lo que ocurre es que no nos soportan. ¡Nos discriminan! ¡Bah, a otro gato con esa espina! Repito. ¡Disiento! ¡No y no! Si insistes en tu Fiesta te la voy a boicotear. Soy hasta capaz de… de… ¡de eso mismo vaya! ¡quedas advertida!
Y con esa facilidad que tienen estos animalitos para lograr la relajación, mejor que el mismísimo Buda, al segundo, cayó en un profundo letargo, oyéndose tan sólo sus ronquidos (la Superfigura roncaba) Digo lo de Superfigura, ya que Chitín poseía una muy saludable autoestima, al punto de decir, que él era el portador del ADN mitocondrial del gato original (después supe que tenía razón) y por tanto, era un lujazo para mí, ser su dueña… ¿de dónde sacaba esas cosas Chitin? Yo no le contradecía, ¿para qué? hubiera sido inútil y además, estaba aquello de la lástima.
Me quedé anonadada, nunca antes lo había visto así. Sé que Chitín es un gatico con poca resistencia a la frustración, al cambio, el pobre, tuvo una infancia muy traumática.
Conociéndolo como creía que lo conocía, no me dejé impresionar por sus amenazas y continué con mis planes, haciendo caso omiso de sus bravuconadas, convencida de que con mi indiferencia pondría fin a sus pataletas de gato disfuncional.
Y llegó el día en cuestión, todo transcurría mejor de lo esperado; los invitados se divertían, pues habíamos improvisado un escenario entre la sala y la saleta de mi casa, donde algunos cantaban, decían un poema, en fin, cada cual a su aire, incluso, entre todos organizamos un pequeño refrigerio, que degustamos con el hambre vieja típica de muchos cubanos. Estaba tan ocupada haciendo las veces de graduada y de anfitriona, que realmente ya casi había olvidado a Chitín y sus aventuras.
Pasado un tiempito, cuando me encontraba fascinada escuchando la interpretación de un tango, por una de las también graduadas; siento (con mi Tercer ojo) a Chitín, que se deslizaba sigilosamente, por detrás de mí, como aquél que no quiere ser descubierto, dirigiéndose hacia la terraza. Por mucho que trataba de hacerme la que no me percataba de nada, de hacerme la chiva con tontera, algo me decía que lo siguiera.
Sin proponérmelo del todo, mi cuerpo se fue levantando del asiento y como hipnotizada y olvidando lo que quedaba atrás, fui tras él,
Llovía a cántaros en ese momento y cuando me acerqué para acabar de enterarme lo qué se traía Chitín entre garras, me topé con una mirada enigmática y una sonrisa siniestra de sus rubios bigotes.
Sin darme tiempo a reaccionar, se descolgó como un gajo arrancado por sorpresa, cayendo desde la baranda de la terraza, justo hacia donde lo esperaba en esos precisos instantes, el Rubio, el gato más temible del área, para dilucidar una querella pendiente entre ellos, hacía mucho.
Era una cadena de sucesos tan inesperada, que me quedé paralizada, a punto de una alferecía.
Sólo se sentían aullidos espeluznantes, Plaff, Zass, Pracatán, Pú, Pá, Páfata, y…silencio.
Fue entonces y no sé cómo, que logré reaccionar; me mandé a correr y bajé disparada la escalera diciendo ¡ya mi´jito, ya va tu mamá en tu ayuda!
Cuando llego ¿qué veo? bueno qué no veo, pues comenzaba a obscurecer y lo único que podía adivinar era una bola que giraba y se revolcaba en un charco pantanoso. Por experiencia de zarpazos anteriores, sé que no es posible intervenir en este tipo de guerra entre “animalitos” y esperaba expectante un respiro que me permitiera poder agarrar a Chitín y terminar este desafortunado incidente, pero, sin una aparente razón, repentinamente, salieron como un bólido uno tras otro metiéndose por un estrecho pasillo, tan estrecho, que malamente cabían ellos dos; y ahí mismo los perdí de vista pues la obscuridad no me permitía verles ni un pelo.
Comencé entonces, una búsqueda casi a ciegas por toda el área, yendo y viniendo de un lugar a otro, obsesivamente, sin resultado posible, hasta que…de pronto, algo me hizo recobrar la cordura y caer en cuenta de que en mi casa, hacía un siglo, yo había abandonado a unos invitados y una fiesta de graduación, de la cual yo era la anfitriona. ¡Qué vergüenza! Haciendo un esfuerzo por reaccionar con sensatez, me traté de convencer de que ya Chitín aparecería (si quedaba algo de él) y aunque doliéndome el alma con corazón y todo, subí casi en puntillas las escaleras, con la secreta ilusión de que no hubieran notado al menos, “toda” mi ausencia.
Apenas me vieron subir, los que todavía quedaban de mis invitados, cuando evadiendo mi mirada, se apresuraron a despedirse los unos de los otros, ignorándome soberanamente, sin darme apenas tiempo ni de emitir aunque fuera una disculpa tardía.
Pero la verdad señores, yo estaba a punto de derrumbarme de tanto stress y no tenía deseos ni energía para más; me sentía totalmente crispada, angustiada e incomprendida, así que en lugar de gastarme en explicaciones, traté de disimular con una sonrisa forzada, como única opción de disculpa que me dejaron, hasta que todos se fueron marchando poco a poco, para mi alivio.
Necesitaba espacio para organizarme en una estrategia nueva, pues pensándolo mejor, tal vez, todavía Chitín no habría muerto y quizás con buena suerte, sólo estaría despedazado por un rincón obscuro, boqueando, necesitando una mano amiga, perdido y desorientado con frío y con hambre.
Ante estos pensamientos y quizás por la urgencia de la situación, me animé un poco y decidí continuar la búsqueda, pero…nada, lo mismo; hasta que llegado un punto, realmente ya sin fuerzas, claudiqué.
Me disponía ya a renunciar; pero fue justo ahí, cuando iba a subir otra vez las escaleras hacia la casa, que me pareció percibir vagamente, un aullidito tenue y asustado, que me recordaba la voz de Chitín; casi se me paraliza el corazón, casi me quedo sin aire, pues no quería ni respirar para oír bien y de ser él, no hacer ningún movimiento brusco que lo espantara y volviera a desaparecer. Agucé los sentidos al máximo y descubrí que el sonido procedía del mismo pasillo estrecho por donde había escapado antes, junto con el Rubio.
Pero transcurrían los minutos y Chitín no salía ni se movía, supongo, que aterrado con la posibilidad de encontrarse de nuevo con el Rubio. Ni siquiera me contestaba, él, nada menos que él, que era tan expresivo, mudo.
Finalmente, al cabo de dos horas de buscar las soluciones más disímiles y de agotar los recursos de mi imaginación más creativos, sin hallar la solución al casovenganza#4444@chitin.com se me ocurrió una salida desesperada.
Llamando a la puerta de la vecina (que al salir a esa hora de la noche, me miró con cara de asesina y balbució un sonido ininteligible, todo lo cual ignoré) casi le ordené, que tirara un jarro de agua por su ventana (que daba al pasillo) a ver qué ocurría y me imagino que obstinada y para salir de mí y de mi dichoso gato, así lo hizo.
¡FUÁCATA! (el agua) pasaron unos segundos y… fue así que lo vi venir hacia mí; pero ¡claro! yo esperaba un pobrecito gatico todo arañado magullado, mojado y tembloroso. Y cuál no sería mi sorpresa al verlo salir pacientemente, casi orondo, casi seco y sin un rasguño.
No entendía nada, pero lo cargué apresuradamente y lo abracé y besé entre aturdida y alegre, entrando por fin con Él entre mis brazos, como con un gran trofeo, a Mi casa.
Silencioso, se dirigió directamente a su sillón preferido y con la autoestima un poco maltratada, pero sin quererlo demostrar, se arqueó exageradamente para hacer bien visible, a pesar de todo, su magnificencia inmaculada, y comenzó a lamer tranquilamente su pelo largo y rubio cenizo (por el churre) con la disimulada intención, de borrar cualquier mancha causada a su dignidad; hasta que, mirándome de forma penetrante y cargadita de rencor me espetó:
¡Te lo dije! No me gustan las “fiestecitas” en Mi casa. ¡A otro gato con ese muermo! ¡Abajo el Apartheid gatuno! ¡Esto es una Violación de los derechos del Gato! ¡DISIENTO!
Y acto seguido, estirándose a todo lo largo, como siempre acostumbra, colocando sus paticas traseras extendidas hacia atrás como los gatos de la Realeza Egipcia y sólo después de un gran bostezo, se durmió relajadamente sin que se escuchara otro sonido en la habitación de SU CASA, a no ser el del Shock que bullía dentro de mí, a punto de estallar.
¿Tengo o no, un gato ANTISOCIAL y DISIDENTE?
analuisa.rubio@yahoo.com
27/11/2012