ACTO DE REBELDÍA
Rugía, iba descocado por toda la vía salpicando diminutas chispas en su contacto apasionado con el asfalto.
¿Velocidad? La que le daba su gana. ¿Audio? ¡Estridenteeeee!
Aquel ómnibus OM, # 5070, Ruta P-1 perteneciente, a la diezmada cuadrilla del transporte designado para “servir al pueblo trabajador” en la Habana, era un sin sentido afortunado.
Su “dueño”, con un marcado “sentido de pertenencia” lo evidenciaba “a todas luces”, adornándolo tanto por fuera como por dentro de una enorme cantidad de bombillos de colores, lamparitas comiquitas, espejos retrovisores con toda la gama de lumínicos, necesarios e innecesarios, panorámicos y no, acompañados de toda la colección de muñecos de Disneylandia o Elpidios Valdés cubanos, y todo ¡de Shopping, pa´que se sepa! ¡Que su carro, sí que era el mejor! Vaya, todo lo más Kitsch posible.
Y como colofón, su equipo de audio, tan estelar, que se oía, fuerte y claro, para que no hubiera dudas de su “power” adquisitivo, gran parte acumulado de los “pesitos del pueblo” que echa pa´ su costal y que “ayudan” a que los inspectores “no vean”.
Parecía una carroza de “Abre, que ahí viene el Cocoyé”
“Y al que le moleste que se baje, en definitiva, yo paro si me da la gana, cuando me da la gana y donde me da la gana” y tú ¿qué vas hacer, (insecto)? ¿Quejarte? Ja!!! ¿Y pa´qué está “el melón” (Money)?
Así iba conduciendo aquel joven chofer, fumando, con “su amiguita” también tan estridente y de shopping como “su carro”, con su queratina cara y fresca y su mini short, sentada casi arriba de él, en franca burla de toda prohibición, mascando chicle y mirándote retadoramente, a ver si te atrevías a decirle algo, pa´que vieras el “Homenaje” que te iba a cantar.
¿Era este “El hombre del siglo XXI” que tanto esperamos, por el que tantos sacrificios nos pedían, tanta austeridad, tanto tiempo perdido, tanto dolor?
Sí, este es el engendro sin valores ni piedad para sus congéneres, fruto de la desidia y la doble moral, típica del “Socialismo a lo cubano”
Nadie reaccionaba, nadie protestaba, nadie disentía, nadie se atrevía ya a OPINAR,
pues aquí, eso se ha convertido en un ejercicio demasiado peligroso y el miedo paraliza.
Sentía que la cabeza me iba a explotar con aquel reggaetón a un volumen tan alto del equipito de música del DUEÑO del ómnibus, o ¿acaso no somos “dueños de los medios de producción”?
Al menos eso nos dijeron hace 53 años. ! Qué maravilla que hubiera sido cierto!
Estuve varias veces tentada a bajarme, pero eran pasadas las 5 de la tarde, hora pico, y últimamente me dolía mucho mi pierna “lastimada” y si me bajaba tendría que esperar quién sabe cuánto en una parada, para al final, lo más probable, dar con otro chofer parecido. Tampoco podía darme el lujo de un taxi, así que me llamé “a capítulo” y traté de abstraerme.
Lo logré observando detenidamente, tratando de no ser notada, a los que sufrían conmigo. Ya sabía yo, por qué la mayoría de las veces, evitaba concentrarme en este ejercicio; era frustrante ver aquellas expresiones de agotamiento y tristeza, de desolación; ni uno sonreía. ¿De qué?
Eran rostros casi inertes, como sin expresión, indiferentes, abúlicos, obstinados, AJENOS. Si surgía alguna reacción inesperada, era para manifestar algún tipo de agresividad hacia algún compañero de viaje que lo pisó o empujó “sin querer” cuando se está intentando ir hacia atrás, lo que te produce la sensación, de ser un pez al que están desovando a la fuerza.
Pero sobre todo, estaban esos, LOS PENSANTES, los que lucían una mirada como ausente, de quien se ha ido a un tiempo, mejor o peor, pero inevitablemente presente cada día; un tiempo que quisieras que no fuera verdad, donde de cada minuto de esos, no te explicas cómo no viste las sombras detrás de los cristalitos de colores, cada minuto de aquellos en que no comprendes, por qué no levantaste tu voz y otorgaste, autorizando con tu silencio a que esterilizaran tu inocencia, cada minuto de arrepentimiento en que no te perdonas no haber tirado de la palanca para desviarte hacia otra vía o detener el tren que se tragaba tu vida, y aún peor, aquel minuto que no recuerdas, dónde te perdiste.
¡No! – casi grité, y reaccionando súbitamente, me negué rotundamente a ser una zombi más aunque pagara el precio que hubiera que pagar. Me desperecé, me levanté y bajé con esfuerzo, pero con premura de aquel monstruo rodante, tomé una gran bocanada de aire salvadora, y haciendo uso de mi libre albedrío, decidí caminar, para sentirme viva aunque me doliera cada hueso, como un acto de franca rebeldía, ante el que ELLOS, que no pueden encarcelar las ideas si quisieran, no tienen autoridad.
Unos desobedecen, otros cuelgan sus brazos y otros luchamos contra viento y marea pero todos definitivammente expresamos un gran acto de rebeldía de un pueblo que no resiste más.
analuisa.rubio@yahoo.com
23/06/2014