Aramusa28

Sobre Arte y algunas de sus manifestaciones

Archivar para el mes “enero, 2014”

No es la carne de res, son los derechos.

No es la carne de res

 

 

 

 

Una de las tantas formas que ha utilizado desde siempre, el  gobierno cubano, como instrumento para minimizar o invisibilizar  la violación de los derechos humanos que se cometen en Cuba a diario y yo diría que cada minuto o segundo de la triste convivencia del pueblo con el régimen que se empoderó en el año 1959 en este país, ha sido,  la satanización la desvalorización, las leyendas o los mitos muy bien montados, alrededor de todo aquello que se les oponga o siquiera les haga la menor resistencia.

Entre las falacias que ha sido práctica del poder cubano para su objetivo de desacreditar a Masantín el torero si se les atraviesa, es acusarlo e inventarle la causa que se les antoje, tildarlo de “Mercenario del Imperio”, “escoria vendida por unos dólares o por unas míseras onzas de “carne de res” (denominación de una proteína clandestina y en desuso para la mayoría del pueblo en Cuba). De esta forma mediocre y cobarde tratan de caracterizar los ecos de los gritos de Libertad que cada día les “vienen llegando” desde más cerca y con mayor volumen.

Respeto a los derechos de los ciudadanos en Cuba es una utopía, una alucinación que alguna vez tuvieron los que no parió nuestra queridísima “Revolución” y algunos de sus descendientes, aquellos que cuando arribaron “los barbudos” ya habían sido “penetrados con “las desviaciones ideológicas de los terribles capitalistas” o sea padres y madres o la mayoría de las familias cubanas donde pululaban “valores” que había que cambiar pues estaban “contaminados con la moral burguesa de los malvados imperialistas”.

Y se hizo…la involución… y se creó… el desmadre, la anti-familia,  la miseria de un país,  la destrucción, la anarquía, el caos de lo que valía y brillaba en nuestra tierra.

Los abogados y los periodistas (siempre habrá corruptos) no eran propiedad del Estado ni perdían su trabajo o su prestigio social o hasta sus bienes por defender a quienes consideraran de acuerdo con las leyes vigentes. Los abogados y los periodistas eran hombres libres con todas las derivaciones de la ley que esto implica. Podían decir la verdad.

No se conocían las palabras o siglas, Cederista, Federada, MTT o compañero del Minint, destáquese DTI o DSE, pero aunque también existía “una dictadura” que palidece ante la actual, y vicios y corrupción y delincuentes, extrañamente y habría que investigar cómo, la gente común, el pueblo, tenía valores, la gente se respetaba y las leyes se acataban y se cumplían, no por decreto, sino por sensatez y hábitos muy arraigados en la población con base en valores de cuna y para muchos, por amor a Dios.

Existía una razón fundamental para ello, la FAMILIA estaba unida, no desperdigonada, mutilada por el mundo y a pesar de disfuncionalidades o desacuerdos internos si los había, eran núcleos sólidos y con tradiciones arraigadas y sanas que te obligaban a ser mejor persona, quizá mejor de lo que eras en realidad en tu fuero interno, pero que eran imprescindibles si anhelabas escalar socialmente o ser una persona “respetable”

La buena educación, o las buenas maneras como algunos les decían, una apariencia correcta para cada lugar de acuerdo a los cánones del momento, aunque tuvieras que abstenerte de comer carne de res (un mes) para lograrlo  y al menos parecer una persona de bien, eran ingredientes imprescindibles para tener éxito en la vida.

Nadie te preguntaba, por respeto, cuando intentabas aplicar a una carrera, un trabajo, o cualquier emprendimiento que se te ocurriera para tu desarrollo personal o de interés social, cuáles eran tus afiliaciones políticas o religiosas o qué Consejo Popular te tocaba, o te pedía un carnet de identidad irrespetuosamente  sin razón justificada haciéndote sentir delincuente o parte de ese apartheid invisible de los que opinan diferente y  manifiestan su oposición con honestidad y valentía, con graves costos para su vida, que todos saben y pocos dicen.

Lo único que se necesitaba para “llegar” era ser una persona decente, talento, ganas y si tu economía no era boyante,  espíritu de sacrificio llegado el caso, apoyándote para eso, en cualquier cosa que se te diera la gana de creer, Dios, Mahoma o la Estatua de la Libertad si así lo decidías.

La policía en su mayoría era respetuosa con los civiles, ¡más les valía!, existía el derecho a demandar a quien fuera y peor, ¡las indemnizaciones!, que no eran cosa de juego. Algo que sagazmente fue una de las primeras aboliciones para la sociedad civil, al triunfo de la Involución. Cuba no era precisamente un “paraíso bajo las estrellas”, (ningún país lo es, tampoco ahora) pero hasta donde recuerdo, “las comunidades” en general, se respetaban y hasta se querían, de verdad.

Cualquier vecino te traía un plato de sopa si te enfermabas, sin miedo a no comer mañana y aunque así fuera y con los salarios de entonces, de muchos sencillos trabajadores, si tenías trabajo (como ahora), alcanzaba al menos en el peor de los casos, para comprarte un pan con bistec de res con cebollas y papitas  en  un puesto de fritas en cualquier esquina de la Habana, o  una “ropa vieja” (carne ripiada de res de segunda con todo lo demás acompañante en la más discreta fonda china en tu camino y con eso ya estabas bien alimentado y satisfecho.

Nadie ponía música el día que fallecía un vecino por “consideración” (palabra olvidada ahora) y en Navidades se  podía regalar a los amigos y familiares aunque fuera una humilde postal de felicitación en dinero cubano que valía igual que el dólar.

El más pinto de las palomas celebraba la Nochebuena  en familia reunida, aunque sólo tuviera  tres ripios de carne o pescado (no “pollo por pescado”)  o brindara con  café con leche si no tenía otra cosa, el café con leche era muy barato, era el salvavidas de los “pobres”. No importaba con qué, porque había, para “la mayoría”, alegría y sobre todo, esperanza aunque fuera de sacarte la lotería alguna vez en tu vida, donde lo más probable era que nunca lo lograras, pero nadie te prohibía soñar, creer u opinar diferente.

Los cubanos que disienten, los que se van “al monstruo”, en su mayoría, no se van en estampidas cada vez mayores, por razones tan pueriles como la carne de res, aunque muchos de ellos no sepan explicarse a sí mismos su desazón y su inconformidad, se van por miedo a una vida gris, sin risas del alma, expuestos a una golpiza, tortura sicológica o hasta la cárcel por simplemente pensar diferente y expresarlo.

Y además de miles de otras razones profundas e irreparables,  por horror de ver cómo en  aquel otrora país de la rumba, el guaguancó y el son, no se baila, o festeja un fin de año y las casas se adornan  un  31 de diciembre con silencio, obscuridad y tristeza, porque la alegría, esa, de la sana, de la que brota de la paz y la justicia de los que se sienten  ciudadanos con derechos en su país  , hace tiempo que se montó en una balsa y se la tragó el mar.

Entonces, no se trata de la carne de res, se trata de Derechos violados y Libertad encarcelada.

analuisa.rubio@yahoo.com

19 de enero de 2014

Sin autoridad.

SIN AUTORIDAD - copia - copia

 

 

 

De mi costado noreste,  se estiran  alas.

De mi espina oeste, brótanme rancios desahogos.

Por el borde de mi oreja al cerebelo, créceme hélice.

Y me propulsoy me propulso,

alto, bien alto,

en espirales de la victoria recién ganada

cuando descubro en un ardor de gozo nuevo,

que no me puedes hacer morir, tirano,

aunque  arranques mi corazón de cuajo,

porque lo que lleva dentro,

ideas, verdad y amor

son míos,

y sólo Dios tiene autoridad

para decidir la mañana,

que volaré a mi destino.

analuisa.rubio@yahoo.com

25 de diciembre de 2013

PASCUA MILAGROSA

Me sentía mal, me dolía cada machucón por antiguo que fuera, cada hueso impertinente, pero sobre todo me dolía el espíritu. Tanto daño resistido, tanta injusticia acumulada a veces pesan mucho, como grillete de odio tóxico que se cuelga del corazón aunque se continúe liberando el mismo canto de nota propia.

Tantos que ya se fueron, presentes, otros que se quedaron, ausentes. Con qué ganas te daría un abrazo grande viejo mío, cómo me gustaría tener ahora mismo una conversada pegadita a ti, trivial o no, con los perdones que nos enseñan las costuras, aunque tu lenguaje no sea audible para otros, para mí sí, porque te oigo en la mirada de las almas. Lo esencial es saber que aún tengo hogar donde terminar un mal día, sin ese seto enorme entre tú y yo del mar encrespado lejos que no me deja tocarte.Espérame, no te vayas sin mí.

Aquí los días con goteras clandestinas, se amontonan todos iguales de peligrosos para algunos, pero al menos hoy, estoy a salvo, eso creo.

Desando cada losa de mi casa, buscando cada mancha oculta a mis instintos, con esa costumbre que se me ha hecho entre los miedos, de pasar revista a retazosde los míos, para comprobar que la maldad no ha abierto mi puerta y se ha llevado a uno consigo.

Ahí está Mimilico, mi gato músico, supuestamente dormitando o soñando entre las cadencias de mi música preferida que flota desde mi emisora favorita, Radio Enciclopedia. Siempre que se extravía, ahí anda concentrado en una melodía que pretende componer.

Se asoma Ojitos, el gatico de la suerte con un ojo verde y otro azul, que por estos días anda enamorado de la luna, interesado en descubrir sus hechizos y por momentos cae en raros trances de melancolía porque no la puede alcanzar. Me mira profundamente y se tiende lánguido buscando ñoñerías.

Los sigue Gremlin, mi marido-perro, mi hijo- niño, mi amigo discreto, tan ancianito, que no me pierde de vista con lo que le queda de ella, siempre a mi lado, controlando mis suspiros porque ninguno puede ser mayor que los que le tocan a él. Habitualmente los mininos se alertan disciplinados al verlo aparecer (él es el jefe) o se mudan discretos sin ánimo de molestar ni de controversias pírricas.

Hoy no, hoy es día de Pascuas y su mami se nota extrañamente callada y seria como si le preocuparan las estrellas que se caen y los agujeros negros que no puede tapar. Justo entonces, sin apenas darnos cuenta, se hace una ligera brisa y cambia casi imperceptiblemente el tono de la luz en un reverberar espectral… y ocurre el milagro.

Todos se acercan suavemente; sin tensiones entre ellos, se aglutinan junto a mi cuerpo, en silencio. Se siente una calma grandiosa, una alegría infinita, nada falta,es la felicidad, así, simple, sin aspavientos vanidosos ni rumores; es la Presencia de Dios que vino a acompañarnos más de cerca, para“por un breve tiempo”, compartir con nosotros la Navidad. Estamos agradecidos y llenos de la paz de lo sencillo.

analuisa.rubio@yahoo.com

25 de diciembre de 2013

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