No es la carne de res, son los derechos.
Una de las tantas formas que ha utilizado desde siempre, el gobierno cubano, como instrumento para minimizar o invisibilizar la violación de los derechos humanos que se cometen en Cuba a diario y yo diría que cada minuto o segundo de la triste convivencia del pueblo con el régimen que se empoderó en el año 1959 en este país, ha sido, la satanización la desvalorización, las leyendas o los mitos muy bien montados, alrededor de todo aquello que se les oponga o siquiera les haga la menor resistencia.
Entre las falacias que ha sido práctica del poder cubano para su objetivo de desacreditar a Masantín el torero si se les atraviesa, es acusarlo e inventarle la causa que se les antoje, tildarlo de “Mercenario del Imperio”, “escoria vendida por unos dólares o por unas míseras onzas de “carne de res” (denominación de una proteína clandestina y en desuso para la mayoría del pueblo en Cuba). De esta forma mediocre y cobarde tratan de caracterizar los ecos de los gritos de Libertad que cada día les “vienen llegando” desde más cerca y con mayor volumen.
Respeto a los derechos de los ciudadanos en Cuba es una utopía, una alucinación que alguna vez tuvieron los que no parió nuestra queridísima “Revolución” y algunos de sus descendientes, aquellos que cuando arribaron “los barbudos” ya habían sido “penetrados con “las desviaciones ideológicas de los terribles capitalistas” o sea padres y madres o la mayoría de las familias cubanas donde pululaban “valores” que había que cambiar pues estaban “contaminados con la moral burguesa de los malvados imperialistas”.
Y se hizo…la involución… y se creó… el desmadre, la anti-familia, la miseria de un país, la destrucción, la anarquía, el caos de lo que valía y brillaba en nuestra tierra.
Los abogados y los periodistas (siempre habrá corruptos) no eran propiedad del Estado ni perdían su trabajo o su prestigio social o hasta sus bienes por defender a quienes consideraran de acuerdo con las leyes vigentes. Los abogados y los periodistas eran hombres libres con todas las derivaciones de la ley que esto implica. Podían decir la verdad.
No se conocían las palabras o siglas, Cederista, Federada, MTT o compañero del Minint, destáquese DTI o DSE, pero aunque también existía “una dictadura” que palidece ante la actual, y vicios y corrupción y delincuentes, extrañamente y habría que investigar cómo, la gente común, el pueblo, tenía valores, la gente se respetaba y las leyes se acataban y se cumplían, no por decreto, sino por sensatez y hábitos muy arraigados en la población con base en valores de cuna y para muchos, por amor a Dios.
Existía una razón fundamental para ello, la FAMILIA estaba unida, no desperdigonada, mutilada por el mundo y a pesar de disfuncionalidades o desacuerdos internos si los había, eran núcleos sólidos y con tradiciones arraigadas y sanas que te obligaban a ser mejor persona, quizá mejor de lo que eras en realidad en tu fuero interno, pero que eran imprescindibles si anhelabas escalar socialmente o ser una persona “respetable”
La buena educación, o las buenas maneras como algunos les decían, una apariencia correcta para cada lugar de acuerdo a los cánones del momento, aunque tuvieras que abstenerte de comer carne de res (un mes) para lograrlo y al menos parecer una persona de bien, eran ingredientes imprescindibles para tener éxito en la vida.
Nadie te preguntaba, por respeto, cuando intentabas aplicar a una carrera, un trabajo, o cualquier emprendimiento que se te ocurriera para tu desarrollo personal o de interés social, cuáles eran tus afiliaciones políticas o religiosas o qué Consejo Popular te tocaba, o te pedía un carnet de identidad irrespetuosamente sin razón justificada haciéndote sentir delincuente o parte de ese apartheid invisible de los que opinan diferente y manifiestan su oposición con honestidad y valentía, con graves costos para su vida, que todos saben y pocos dicen.
Lo único que se necesitaba para “llegar” era ser una persona decente, talento, ganas y si tu economía no era boyante, espíritu de sacrificio llegado el caso, apoyándote para eso, en cualquier cosa que se te diera la gana de creer, Dios, Mahoma o la Estatua de la Libertad si así lo decidías.
La policía en su mayoría era respetuosa con los civiles, ¡más les valía!, existía el derecho a demandar a quien fuera y peor, ¡las indemnizaciones!, que no eran cosa de juego. Algo que sagazmente fue una de las primeras aboliciones para la sociedad civil, al triunfo de la Involución. Cuba no era precisamente un “paraíso bajo las estrellas”, (ningún país lo es, tampoco ahora) pero hasta donde recuerdo, “las comunidades” en general, se respetaban y hasta se querían, de verdad.
Cualquier vecino te traía un plato de sopa si te enfermabas, sin miedo a no comer mañana y aunque así fuera y con los salarios de entonces, de muchos sencillos trabajadores, si tenías trabajo (como ahora), alcanzaba al menos en el peor de los casos, para comprarte un pan con bistec de res con cebollas y papitas en un puesto de fritas en cualquier esquina de la Habana, o una “ropa vieja” (carne ripiada de res de segunda con todo lo demás acompañante en la más discreta fonda china en tu camino y con eso ya estabas bien alimentado y satisfecho.
Nadie ponía música el día que fallecía un vecino por “consideración” (palabra olvidada ahora) y en Navidades se podía regalar a los amigos y familiares aunque fuera una humilde postal de felicitación en dinero cubano que valía igual que el dólar.
El más pinto de las palomas celebraba la Nochebuena en familia reunida, aunque sólo tuviera tres ripios de carne o pescado (no “pollo por pescado”) o brindara con café con leche si no tenía otra cosa, el café con leche era muy barato, era el salvavidas de los “pobres”. No importaba con qué, porque había, para “la mayoría”, alegría y sobre todo, esperanza aunque fuera de sacarte la lotería alguna vez en tu vida, donde lo más probable era que nunca lo lograras, pero nadie te prohibía soñar, creer u opinar diferente.
Los cubanos que disienten, los que se van “al monstruo”, en su mayoría, no se van en estampidas cada vez mayores, por razones tan pueriles como la carne de res, aunque muchos de ellos no sepan explicarse a sí mismos su desazón y su inconformidad, se van por miedo a una vida gris, sin risas del alma, expuestos a una golpiza, tortura sicológica o hasta la cárcel por simplemente pensar diferente y expresarlo.
Y además de miles de otras razones profundas e irreparables, por horror de ver cómo en aquel otrora país de la rumba, el guaguancó y el son, no se baila, o festeja un fin de año y las casas se adornan un 31 de diciembre con silencio, obscuridad y tristeza, porque la alegría, esa, de la sana, de la que brota de la paz y la justicia de los que se sienten ciudadanos con derechos en su país , hace tiempo que se montó en una balsa y se la tragó el mar.
Entonces, no se trata de la carne de res, se trata de Derechos violados y Libertad encarcelada.
19 de enero de 2014