El pan imbendecido
EL PAN “IMBENDECIDO”
Tienes el dinerito exacto para pagar lo indispensable para ese día: un poco de arroz, algo de boniato, que es la vianda más barata si la encuentras en los pocos mercados de la EJT (Ejército Juvenil del Trabajo) sin o con menos trampa, cada vez más escasos y una cosa con mentira de proteína.
Resumiendo, arroz, frijoles, no, no, arroz, dos huevos o dos croquetas de ave (averígualo), unos boniaticos, y un poquito de ensalada de habichuelas, y aceite indispensable para elaborar casi todo, a ver, suma… ¡casi $24 pesos o 1 CUC! ¡Ay Dios, si mi salario no llega a $1 CUC diario!
¿Y la luz y el teléfono y, y, y,…? ¿Con qué sobrevivo el resto del mes?
¿Así viven ELLOS, los de arriba, los que empujan y no se dan golpes?
Según ELLOS y unos cuantos mentirosos y otros desmemoriados “antes de la Revolución” el pueblo, (en pleno) moría de hambre ¿y ahora? ¿Para qué se hizo la Revolución? Si estamos peor que antes y en una corrupción de todo que deprime.
Recuerdo que cuando era niña, antes de la “Revolución”, en Cuba, yo vivía en un pequeño pueblo del Oriente del país y pertenecía a una familia bien humilde pero muy trabajadora, y aunque nadie era profesional, a mi casa llegaba todos los días una pequeña, pero suficiente cántara de leche, que mandaba uno de mis humildes abuelos que con mucho sacrificio mantenía a dos vacas que eran el sustento de su familia. Y lo eran.
Cuando fui creciendo, yo comía carne de diversos tipos y una malta Hatuey con leche condensada, todos los días y caramelos y dulces, no sofisticados, pero ricos y baratos, al alcance del bolsillo de los padres de pocos recursos.
Mi muñeca no era de biscuit, pero yo la quería y los demás juguetes, quizá eran de mala calidad, pero para los niños de verdad, a los que no los dañan con un mundo de consignas y política podridamente manipulada, que ellos no entienden, a los que no les han violado su inocencia obligándolos a ser parte de elecciones de las que no están aptos para votar ni para darse cuenta de la boleta que “se pierde o aparece”, los niños que tienen la inocencia intacta, sus juguetes son mundos y personajes llenos de colores e imaginación y el objeto en sí a veces no importa, sino más bien el ambiente de paz y amor a su alrededor, sin odios e hipocresía. Es lo único que necesitan para soñar.
Mi muñeca era la más linda aunque el mundo a mi alrededor se estuviera acabando, porque no había un gobierno, que con todos sus defectos, obligara a mi familia a pensar en una sola dirección aunque fuera injusto.
Me vestían sin ropa de marcas pero bonito y mi casita no se caía. También iba a una escuela pública, nada lujosa pero entera y siempre limpia y pintadita donde me regalaban lápices de escribir y de colores, libretas y libros indispensables y si la maestra era como la mía, un sol, no había que regalarle nada, al contrario, nos enseñaba valores.
Ella hacía muchas rifas donde casi todas las semanas te ganabas algo extra y mi uniforme azul marino con mi blusa blanca reluciente, se cambiaban sin aspavientos ni angustias cuando era necesario y mis zapaticos escolares, eran humildes pero correctos y sanos y mi educación era de excelencia. Mis maestros no eran “emergentes”, eran profesionales.
Cuando me enfermaba, mi papá, no sin sacrificio, pagaba una cuota mensual razonable y posible para un simple gastronómico de un restaurante de barrio, a una clínica, para él, para mi abuela y para mí, donde cuando nos enfermábamos, nos ingresaban y se nos realizaba el tratamiento que fuera imprescindible, y las medicinas estaban incluidas gratis, no era de lujo, pero qué bonita era y cuántos cuidados, respeto y amor recibimos allí. ¿Habría ladrones en mi familia? Estoy segura que no.
Mi pobre padre cuando el llamado “período especial” en los años 90s en Cuba, el cual
nunca ha terminado, ganando un mísero salario y mucha hambre en su casa, se encontró una billetera con casi $300 CUC (Divisa) y en contra de “muchos”, los devolvió.
Mi padre es un hombre honrado, que gracias a Dios, hace dos años, “fue a morir” a Miami. Lo extraño mucho, estoy sola, quizás no lo vuelva a ver en esta encarnación, pero mi padre siempre fue un hombre con suerte, va a morir como quería, en Libertad.
Es cierto que “antes” había otros con peor “suerte”, había injusticia social y atropellos de los derechos humanos, y dolor de muchos, había que hacer algo, pero ¿Qué hicimos?
Lo que nunca nos perdonaremos.
Un monstruo, un engendro diabólico, un Franquestein con ínfulas de comunista.
Yo no sabía de niña…¡si llego a saber!
¡Qué hambre…de Justicia!
9 de septiembre de 2012