EL PODER DE LA TÉCNICA
EL PODER DE LA TÉCNICA
No hay dudas, “ la térnica es la térnica y sin térnica no hay térnica”
En Cuba, tener Opinión, se ha convertido en un delito de alta peligrosidad, por lo que para combatir a estos “mercenarios del imperio” siempre ha existido a nivel de barrio, un personaje mujer u hombre, que asume por un período X, el rol de protagonista.
Personas frustradas, que ven un “filo” para realizar su sueño: dejar de ser anodinos y de paso, mejorar su standard de vida con este trabajito.
Ahora, era una mujer de tez mestiza, mediana complexión, edad indefinida, diluida en el mucho tiempo dedicado a hacer daño al prójimo, mirada aguda de ave de rapiña, ojos pequeños que se achican aún más tratando atrapar todo elemento que le sirva para engullir a su víctima, esgrimiendo una voz rajada y mal educada como tormento, y que emana un olor particular entre agrio amargo y ácido corrosivo, que gotea del odio y el resentimiento que la consume, el cual soy capaz de percibir a diez leguas con mi olfato de animal acorralado, cuando hacen el más mínimo ademán de acercarse.
Había aparecido “de la nada”. Por casualidad, “nadie” conoce su nombre ni su dirección exactamente.
A partir de ese momento, cuando era conveniente, la susodicha, a veces, con sus acólitas, aparecía gritando, a la vista de todos, policía incluida, improperios y amenazas contra mi persona acusándome de más delitos y crímenes de guerra de los que acusaron a los nazis en los juicios de Núremberg.
Días antes, había intentado hacer una denuncia sobre otro de estos acosos continuados y como no me querían aceptar la denuncia, se me ocurrió enviar dos twitter y varios mensajes. Rápidamente y para mi sorpresa, mi denuncia fue registrada.
A la mañana siguiente, cuando me disponía a “amanecer”, siento un chillido conocido, como si me llamaran por mi nombre. Creo que no pasaron ni tres segundos, cuando ya me encontraba asomada a mi ventana, Me quedé mirándola desde mi altura, fijamente, con toda mi ira concentrada en mis ojos, esperando que osara abrir su sucia boca para bajar y terminar de una vez por todas, con esta agonía, pero inesperadamente, sentí como una Presencia muy poderosa, que me susurraba suavemente pero con firmeza ¡Busca tu celular!
Obedecí. Por lo que ella, al mirar provocadoramente hacia arriba, se topó conmigo cámara en mano (celular) que la apuntaba acusadoramente como testigo presente y válido ante cualquier nuevo desmán de su parte. Por primera vez desde que recordaba a esta rata, la vi, pálida y tartamuda, a la vez que salía disparada, huyendo de una posible “prueba testifical”. No me ha vuelto a molestar.
Busqué de nuevo la Presencia sentida con todo mi corazón, hasta que pude percibir un fuerte olor a jazmines a mi alrededor y una sensación de paz infinita.
Quería decirle, agradecerle personalmente, pero ¿cómo?
Se me ocurrió entonces que quizá, si hacía una llamada con mi celular…
1 de Abril de 2012